Pocas cosas me gustan más que descubrir nuevas autoras. Hay tantas voces e historias que están esperando su momento para sorprendernos y las antologías son quizás el medio ideal para hacerlo. Hoy quiero hablarles de Insólitas. Narradoras de lo fantástico en Latinoamérica y España, una maravillosa selección de relatos coordinada por Teresa López-Pellisa y Ricard Ruiz Garzón que reúne veintiocho autoras de habla hispana que escriben fantasía, terror y ciencia ficción. Corred a vuestra librería de confianza y haceos con un ejemplar, les aseguro que no se arrepentirán.
“Lo insólito nos permite observar el mundo desde el otro lado del espejo y deformar las imágenes de la realidad para mostrar su verdadero rostro”.
Lo primero que nos encontramos es una extraordinaria introducción firmada por las antólogas titulada Las hijas de Metis, en la que ponen de manifiesto cómo las autoras de género son invisibilizadas y cómo, así mismo, es insólito que hasta ahora no se hubiese publicado una antología que reuniese a escritoras de géneros no realistas tanto de América Latina como de España, así como la importancia y trascendencia de estas acciones. Para ello usan como ejemplo la historia de Metis, la desconocida madre de Atenea, devorada por Zeus cuando estaba embarazada de la diosa guerrera que más tarde nacería directamente de la cabeza de su padre. El texto es tan reivindicativo como esclarecedor sobre la diversidad de temas y estilos que hallaremos en los relatos.
“¿Por qué? ¿Por qué sabemos tanto de Zeus y casi nada de Metis? ¿Quién ha devorado a nuestras autoras?”.
Sangre correr, de Laura Rodríguez Leiva, es la perturbadora historia encargada de iniciar la antología. La autora colombiana logra en muy pocas páginas que lo monstruoso haga su aparición dentro de lo cotidiano para transformarlo irremediablemente. Le sigue Sin reclamo, de Cecilia Eudave, un relato en el que un hombre realmente despreciable está sufriendo una extraña parálisis en medio de un aeropuerto. Mientras se encuentra en ese molesto estado empieza a rememorar su vida, una donde ejerce la violencia sobre todos aquellos que lo rodean, pero lo que no puede imaginar es que quizás lo que le afecta no sea tan temporal como él asumía en un principio. Maravilloso, uno de mis relatos favoritos.
En Línea 40, de Patricia Esteban Erlés, se nos presenta a un hombre joven que ahora que ha descubierto que quizás no le quede mucho tiempo de vida ansía a toda costa cambiar de lugar con cualquiera. ¿Qué es el éxito? ¿Qué se considera un fracaso? La casa de Adela, de Mariana Enriquez, es la aterradora historia de tres niños que encuentran en su barrio una casa abandonada que ejercerá sobre ellos una atracción que tendrá consecuencias fatales. Es lo primero que leo de Enriquez pero con seguridad no será lo último.
“No entiendo, nunca puede entender qué le hizo la casa, cómo lo atrajo así. Porque lo atrajo a él, primero. Y el contagió a Adela”.
Mi hermana Elba, de Cristina Fernández Cubas, narra la cruel historia de dos hermanas que al divorciarse sus padres son enviadas a un internado. Allí descubren junto a una nueva amiga lugares o, mejor dicho, no lugares que primero harán que su relación se estreche, para que luego sea el tiempo el que se encargue de hacerlas solo unas desconocidas. Vida de perros, de Ana María Shua, es el divertido relato de un joven judío condenado a transformarse todos los viernes (y algunos martes) en lobisón. Su novia, convencida de que más que un problema real su condición se debe a algo psicológico, lo obliga a ir a terapia. Familias disfuncionales, ironía y mucho humor, la risa está asegurada.
Pequeñas mujercitas, de Solange Rodríguez Pappe, nos muestra a una protagonista que descubre por casualidad un mundo imposible escondido en la casa de sus padres, un par de acumuladores, cuando está tratando de poner orden y limpieza en el hogar de su infancia. Le sigue El redactor estrella de Rocketbol Amazing Times, de Laura Fernández, una hilarante e irónica historia que lleva la precariedad del periodismo a niveles insospechados. Por algo su protagonista es un fantasma que quiere volver a trabajar en su antigua revista sin importar que ahora esté muerto. Al fin y al cabo, su falta de corporeidad puede presentar innumerables ventajas. Otro de mis favoritos.
“¿En qué clase de mundo viviríamos si los muertos pudieran sustituir a los vivos en sus puestos de trabajo? ¿En un mundo de redacciones vacías?”.
La densidad de las palabras, de Luisa Valenzuela, es quizás mi relato favorito de toda la selección. La escritora argentina nos hace una revisión de un cuento de hadas que nos habla sobre la virtud y sus recompensas, y también sobre la vanidad y sus castigos. Pero la escritora convierte lo que pretende ser una lección moral que antagoniza a dos hermanas por sus diferencias en un canto a las palabras y a la libertad. Habla también de la escritura y sus retos, así como de su poder transformador. Maravilloso de principio a fin.
Lipívoras, de Alicia Fenieux Campos, nos plantea un futuro donde las complicadas dietas ya no son necesarias, porque ahora con solo tomar una píldora al mes con unas poderosas bacterias desarrolladas para comer grasa, cualquiera puede tener el cuerpo ideal. El problema llega cuando las mágicas bacterias dejan de ser seguras. Gordofobia y cánones de belleza imposibles, un relato increíble. Balneario, de Pilar Pedraza, es una cruel historia en la que nada es lo que parece y de la que no les puedo contar mucho más, porque lo ideal es desconocer su contenido, para disfrutar al máximo el juego que la autora propone.
Alfredito, de Liliana Colanzi, presenta la perspectiva de una niña ante la muerte de uno de sus amigos. Las horas previas a su entierro, lo que significa para ella el propio funeral e incluso la idea de que todo ello no suponga un punto y final. Abel, de Anacristina Rossi, nos habla sobre un mundo postapocalíptico en el que podríamos vivir mañana. Uno ocasionado por el cambio climático que se siente tan real que es verdaderamente aterrador.
“Cuando llegué a las instalaciones del centro era una especie de diluvio. Me acordé de Noé pero después me reí, esto no era el génesis, era el cambio climático”.
Loca, de Elia Barceló, es un relato asombroso y plagado de violencia que nos demuestra una vez más la maestría de Barceló con las palabras. Viajes en el tiempo y la búsqueda de ese lugar en el que creemos que podemos ser felices. Es extraordinario. La dama del ciervo, de Daína Chaviano, nos lleva a descubrir un complejo mundo de fantasía plagado de seres maravillosos y también de monstruos. Una interesante narración sobre el origen de los mitos.
Paulina, de Laura Ponce, nos presenta una distopía no muy alejada de nuestro presente donde una mujer está dispuesta a cometer todo tipo de transgresiones y sacrificios en busca de un futuro mejor. Precariedad y maternidad, es impresionante. La segunda muerte del padre, de Cristina Jurado, es la extraña y aterradora historia de una mujer que ve como la muerte de su padre, con el que desde hace mucho tiempo no tenía una buena relación, va transformando y alterando sin remedio su día a día. Heridas que no sanan y el duelo como una carga real, un lastre que puede hacer añicos nuestra realidad. Otro de mis favoritos.
“Le recetaron pastillas que prometían ayudarla a dormir, a relajarse, a tener más apetito, a concentrarse mejor en las tareas que emprendiese, a relacionarse con naturalidad con los demás, a maquillar las heridas de su alma”.
El huésped, de Amparo Dávila, es un relato sobre la violencia doméstica que hace uso de la fantasía para hablarnos de un problema muy real. Aislamiento y falta de opciones, el monstruo al que debe hacer frente nuestra protagonista es aterrador. El libro pequeñito, de Sofía Rhei, es la historia de una niña llena de imaginación. Tras visitar una juguetería y encontrarse con una muñeca escritora que por unas pocas monedas crea un libro único para cada comprador, descubre un mundo oculto y lleno de oscuros secretos. Perturbador y maravilloso, es otro de mis favoritos.
Una mujer notable, de Angélica Gorodischer, es un relato que lleno de ironía y humor hace denuncia sobre la violencia de género. Digamos que la protagonista debe tomar medidas un tanto extremas para que su maltratador sea condenado por sus delitos. Sororidad y alternativas, una historia fabulosa. Savitri, de Lola Robles, nos permite conocer la épica historia de amor entre dos mujeres y las cosas imposibles que una de ellas está dispuesta a realizar para superar una maldición y permanecer junto a su amada. Mitología y actualidad, un relato que terminas de leer con una sonrisa.
Yo, cocodrilo, de Jacinta Escudos, es un cuento corto sobre transformaciones que tiene como protagonista a una joven que se niega a formar parte del brutal ritual por el que tienen que pasar todas las niñas de su tribu antes de convertirse en mujeres. Una crítica a la violencia institucionalizada contra las mujeres y que es perpetrada incluso por ellas. ¿A qué tienes miedo?, de Raquel Castro, es también un relato crítico que hace uso del horror para crear una atmósfera opresiva donde el temor puede adoptar muchas caras, pero que también nos recuerda puede ser enfrentado.
“Aquella era una prueba más, entre todas las que la niña atesoraba en su memoria, de que los adultos no siempre tienen la razón. Su visión del mundo es tan limitada, tentativa y desdibujada como la de los niños”.
Gracia, de Susana Vallejo, es una historia que ya había leído cuando se publicó en Mañana todavía (mi reseña aquí) Una distopía impactante que nos lleva a recorrer una Barcelona donde cada vez nacen menos niños y donde la electricidad es solo un recuerdo lejano. Dos mujeres (abuela y nieta) que viven en un mundo destrozado y hacen lo que sea necesario para sobrevivir. Tiene el tipo de final que te deja mal cuerpo (incluso si es una relectura). Otro de mis favoritos. La coleccionista, de Tanya Tynjälä, hace una adaptación moderna del mito de Calipso. Citas en lugares muy apartados que pueden no terminar saliendo bien.
Nada que declarar, de Anabel Enríquez, es otra de mis historias favoritas. Es la dura narración de tres hermanos pequeños que abandonan como polizones el satélite donde su familia trabaja como esclavos. Su sueño es volver a la Tierra, un lugar que sus ancestros dejaron mucho tiempo atrás. Una space opera que habla sobre la inmigración ilegal y que terminas de leer con el corazón un poco roto.
“La Tierra, nostalgia delirante del bisabuelo, la que abandonó por una quimera de prosperidad. A nosotros solo nos dejó por herencia la continua lucha por sobrevivir en un mundo que se deshace constantemente bajo los pies. Y la misma nostalgia”.
El ángel caído, de Cristina Peri Rossi, nos lleva a un mundo apocalíptico y en guerra en el que la aparición de un ángel que cae del cielo altera la vida (pero solo un poco) de sus indolentes ciudadanos. Ironía y humor, la crítica está servida. Finaliza la antología el relato WeKids, de Laura Gallego, otra historia sorprendente que para mí era una relectura y que disfruté tanto o más que la primera vez. Nos presenta un futuro tan cercano que podría estar ocurriendo ya, en el que la popularidad que tengas en las redes sociales determinan tu futuro. Padres obsesionados por transformar a sus hijos en celebridades, una red social para niños, la fama y sus consecuencias. Extraordinario y aterrador. Un broche ideal para toda la selección.
No puedo más que reafirmar que Insólitas. Narradoras de lo fantástico en Latinoamérica y España es una antología fascinante, repleta de relatos que lograrán sorprenderlos y maravillarlos. Aterrarlos y hacerlos reír. Enamorarnos o incluso soltar alguna lágrima. No todos les gustarán de la misma manera, pero seguro que entre los veintiocho relatos encuentran muchos favoritos. La variedad de los temas y estilos es solo una muestra de cómo lo insólito es la mejor manera de hablar de nuestra realidad y de que las autoras también escriben género y lo hacen con muchísima calidad. Solo tenemos que animarnos a descubrirlas.
¿Han leído Insólitas? ¿Cuál relato les llama más la atención?
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