Reseña: Cosas raras que se oyen en las librerías

Autora: Jen Campbell.
Título: Cosas raras que se oyen en las librerías.
Traducción: Bernard Domínguez Reyes.
Editorial: Malpaso.
ISBN: 9788415996873.
Páginas: 148.
Precio: 14,00 €

Sinopsis:

Este es un libro de anécdotas en el sentido más estricto del término. Cuando un cliente se acerca a una librería no siempre sabe qué quiere leer, y si lo sabe, no conoce exactamente el título del libro que busca, o el nombre del autor del libro, o… La oportunidad para el malentendido, la anécdota o el chiste está servida. Sin embargo, detrás de cualquier chiste se esconden verdades incuestionables, que en este caso tienen que ver con el «despiste» de los clientes y la creciente incomprensión con respecto a esa pregunta tan antigua: «¿Qué es un libro?».

Opinión personal:

Faltando tan poco para el día del libro, nada mejor para celebrarlo que disfrutando de anécdotas sobre las cosas más extrañas que oye un librero mientras trabaja, porque muchas veces una librería no sólo resulta interesante por los libros que pueda vender, sino que lo es también por los personajes que la frecuentan. 

CLIENTE: ¿Habéis leído todos los libros que vendéis?

LIBRERO: Me temo que no.

CLIENTE: Pues sois muy poco serios en este negocio. 

En este libro Jen Campbell, quien además de escribir trabaja en una librería de viejo en Londres, hace una recopilación de pequeñas e hilarantes historias, que tienen la particularidad de tener siempre la librería como escenario principal, en otro lugar, ciertas frases podrían ser normales, pero en una librería son simplemente insólitas.

CLIENTE: ¿Todos los libros están a la venta o sólo algunos?

Dividido en cuatro partes, primero encontraremos las Historias de la Edinburgh Bookshop, segundo las de Ripping Yarns, donde actualmente Jen trabaja a tiempo parcial y luego las Rarezas de otras librerías, donde libreros de diversos países enviaron sus anécdotas. Malpaso incluyó en esta edición un capítulo sobre las "Cosas raras que se oyen en las librerías españolas", que resultan tan cómicas como las oídas en el resto del mundo.

Desde clientes que pretenden devolver un libro comprado en otra librería, o los que buscan la secuela de Ana Frank, pasando por los fans de Crepúsculo desesperados por leer Amanecer o los que quieren un libro Pop-up sobre educación sexual, son tantas las buenas historias que no pude parar de reír. 

CLIENTE: Es una pena que los libros para adultos no lleven fotos. Te crías de niño con libros ilustrados y, de repente, te los quitan...

LIBRERO: Sí... La vida es muy cruel.

Pero si tuviésemos que agrupar las anécdotas, las más preocupantes son las protagonizadas por los padres. Los hay de diferentes tipos: los que pretenden usar la librería como guardería, los que dejan a los niños destrozar libros o trepar por las estanterías. Los que quieren que una niña de cuatro años elija profesión o que te asegures que una niña de 12 años no compre libros eróticos. 

Perturbadoras a la par que muy cómicas, son historias que implican llamadas telefónicas. En una un cliente pide recomendaciones para luego comprar el libro en Amazon, porque es una pena que allí no tengan una persona para hablar de libros, en otra, el protagonista solo quiere que le lleven el libro a su casa porque esta lloviendo.

CLIENTE: ¿Tenéis libros sobre las artes oscuras?

LIBRERO: No...

CLIENTE: ¿Y sabéis dónde podría encontrarlos?

LIBRERO: Puede intentarlo en Hogwarts.

CLIENTE: ¿Por dónde cae?

LIBRERO: Por las afueras.

CLIENTE: Gracias.

Pero algo asombroso es la cantidad de cosas que pretenden encontrar los clientes en las librerías: leche, destornilladores, billetes de lotería, lana, condones, drogas. Piensen en algo insólito, seguramente alguien ya le ha preguntado a algún librero si lo vendía. (Nota mental, preguntar a mi librero de confianza que es lo más raro que le han pedido, se que pretendían que @JJdelMoral vendiese velas)

En definitiva, si son amantes de los libros y quieren pasar un rato riendo a más no poder, no dejen de leer Cosas raras que se oyen en las librerías. Un divertido homenaje a todos esos libreros anónimos, que tienen una profesión muy bonita pero también complicada, porque no es nada fácil trabajar de cara al público. Ahora estoy segura que si logro trabajar en una librería, tendré que llevar un diario.