In the Nevernever: Somos satélites, de Sarah Pinsker

Somos satélites, de Sarah Pinsker

02 octubre 2024

 


¿Qué pasaría si de la noche a la mañana se pone de moda una nueva tecnología? Un implante cerebral que se populariza porque promete ayudar con sus estudios a los chicos en los institutos. ¿Qué harías como madre si tu hijo llega pidiendo uno de esos cacharros para no quedarse atrás? Si accedes a regañadientes con el objetivo de que no sea él único en su instituto sin ese dispositivo que, en teoría, promete una multifuncionalidad casi perfecta y que aparentemente no tiene aspectos negativos. Pero ¿qué significaría no implantarse un “piloto” en una sociedad que cada vez discrimina más a las personas que no los usan? Para empezar con mis lecturas del #LeoAutorasOct de 2024 les quiero recomendar Somos satélites, de Sarah Pinsker. Una novela en la que la multipremiada autora estadounidense nos plantea los problemas individuales y sociales que una tecnología aparentemente milagrosa podría tener.

«Es una herramienta de optimización. Los chicos que lo llevan le sacan más partido a su cerebro. Están más capacitados para la multitarea. El piloto les proporciona más tiempo para estudiar y para participar en actividades extraescolares, pero también para el ocio…, para jugar, por ejemplo…, porque gracias a él pueden hacerlo todo a la vez».

Narrado de manera coral, el libro nos lleva al seno de una familia que debe lidiar con la aparición de una nueva tecnología que revolucionará sus vidas y sus futuros, lo quieran o no. Dividida en tres partes, la novela nos contará la historia de Val, Julie, David y Sophie. Un matrimonio y sus dos hijos que verán la manera en la que la aparición de los “pilotos”, cambiarán su existencia para siempre. Porque ese implante cerebral que se transforma en moda cuando se empieza a popularizar entre los estudiantes de institutos privados (ya que les permite optimizar la manera en la que estudian y aprenden), se va convirtiendo rápidamente en una herramienta que todo el mundo se ve obligado a usar para no quedarse atrás.

¿Pero qué ocurre con la gente que por razones médicas o por decisión propia no pueden o quieren usar esos implantes? Personas como Sophie que, desde pequeña, sufre ataques de epilepsia y que nunca podrá llevar un piloto que le permita a su cerebro ser tan multitareas como cualquier persona implantada. Algo que hará que su futuro tenga menos posibilidades que el de todos los demás, porque lo que empieza como una moda entre los estudiantes pronto se irá convirtiendo en la norma, cuando cada vez más personas se vean tentadas o, directamente presionadas a fin de mejorarse y así mantener sus trabajos.

«Quería que su hijo disfrutara de todas las ventajas del piloto: la dicha, una mayor capacidad de atención y menos estrés. Le gustaría que tuviera éxito en la vida… Si el primer paso consistía en implantarle un piloto a David para que no se quedara rezagado, estaba dispuesta a darlo de mil amores».

Aunque cuando aparecen los pilotos Val y Julie tienen opiniones muy diferentes sobre si darle permiso a David de ponerse uno de esos implantes (a pesar del enorme gasto que supondría) terminan por acceder. Aunque para David, la operación que se realizó cuando tenía solo dieciséis años y que no debería tener ninguna complicación, no terminó por salir del todo bien. Sin caer en demasiados spoilers les puedo adelantar que el joven siente que piloto le genera una especie de ruido que es imposible de describir, pero que hace que su vida se vuelva muy complicada. Con demasiados estímulos a los que atender en todo momento. Cuando el joven intenta explicar lo que le ocurre en la clínica donde se operó solo le dan a entender que el implante está perfecto y, que si algo está mal, seguramente es culpa de él. Que probablemente no ha realizado los ejercicios correspondientes. Que debe practicar un poco más y luego regresar.

A través de los diferentes narradores seremos testigos de cómo usar los pilotos se vuelve la norma. De cómo hasta el gobierno empieza a subsidiar la implantación de los aparatos en los jóvenes de pocos recursos cuyos padres no pueden costearlos. Y como la empresa privada que los inventó va ganando más y más poder, porque es usar el piloto o no ser apto para estar en las mismas clases que tus compañeros. No ser capaz de entrar en la universidad o, incluso, aunque en teoría es ilegal, no poder acceder a puestos de trabajo porque se les consideran candidatos de segunda categoría a las personas que no se llevan una luz azul parpadeando en su sien. Sin hablar de cómo se usará a los jóvenes con pilotos para fines militares. Todo es tan aterradoramente posible que da escalofríos.

«¿Por qué les confiamos a una empresa los cerebros perfectos de nuestros hijos?».

Es impresionante como Pinsker crea un aterrador futuro que se siente real, y nos va mostrando paso a paso la manera en lo que prometía ser una herramienta para mejorar las capacidades de los jóvenes se vuelve mucho más. La forma en la que el capitalismo nos empuja a tomar decisiones cuestionables sobre nuestros cuerpos y los de nuestros seres queridos por miedo a quedarnos atrás, a no brindarles las mejores herramientas disponibles. A minimizar los riesgos si nadie los saca a la luz. No les puedo decir mucho más para evitar los spoilers, pero hay capítulos narrados de manera que podamos vislumbrar cómo se siente tener el cerebro sobrecargado de información, capítulos que son magistrales. Mi enhorabuena a Manuel de los Reyes por la traducción, no me imagino lo complicado que tuvo que ser trasladar al español esas sobrecargas de estímulos.

Implantes, familia, oportunidades, discriminación, secretos, mentiras… Somos satélites, de Sarah Pinsker es una novela que se construye lentamente pero que no puedes parar de leer y que nos invita a la reflexión. Que nos propone una tecnología que en teoría debería ser una herramienta con la que mejorar, pero que en la práctica solo sirve para discriminar. Porque no puede ser justa una sociedad en la que la validez de alguien se mida en sí tiene una luz azul parpadeando en su sien derecha y es aceptable, o si no la posee y, por consiguiente, algo malo le debe ocurrir. Mención especial a Sophie, que crece y se transforma en una revolucionaria que no se conformará con aceptar el sistema en el que le han impuesto vivir. Es un libro que nos recuerda que incluso tratando de ser mejores padres que los que nosotros tuvimos podemos cometer errores. Lo único que se siente un poco precipitado es el final, pero aún así tienen que darle una oportunidad. Si están buscando una lectura que los sorprenda y les deje reflexionando sobre cuánta confianza le damos a las empresas tecnológicas tienen que sumergirse en sus páginas.

¿Han leído Somos satélites? ¿Les llama la atención?

2 comentarios :

  1. Tras leer su reseña confieso que me han entrado una ganas terribles de leerlo. Lo añado a mi lista de deseos

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    Respuestas
    1. Entonces cumplí mi objetivo 🤭 Ahora en serio, es una historia sorprendente, espero que la disfrutes tanto como yo.
      ¡Saludos!

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