Una buena colección de relatos nos lleva a descubrir un sinfín de mundos y horrores creados en pocas páginas. Si bien es cierto que las novelas permiten desarrollar esos universos y a sus protagonistas con mayor profundidad, los buenos cuentos tienen que condensar esa información para que todo sea relevante, logrando así emocionarnos y sorprendernos en distancias cortas, lo que no siempre es fácil. Pero cuando se hace bien da lugar a maravillas como las que encontramos en A tumba abierta, de Joe Hill. Una antología con trece cuentos cortos, dos de ellos escritos a cuatro manos por el escritor y su padre, un autor de terror del que puede que hayan oído hablar: Stephen King.
«También sigo creyendo que los libros se rigen por los mismos principios que los armarios encantados. Uno se adentra en ese espacio tan pequeño y cuando sale al otro lado se encuentra con un inmenso mundo secreto, un lugar más aterrador y al mismo tiempo más prodigioso que el suyo».
El libro arranca con una divertida y muy interesante introducción titulada ¿Quién es tu padre? En la que Joe Hill nos explica, entre otras muchas cosas, por qué decidió escribir utilizando una especie de seudónimo, para así no aprovecharse de la fama de King al empezar a publicar. Y cómo en un primer momento intentó escribir novelas que nada tenían que ver con el terror, buscando así mantenerse lo más alejado posible de la sombra de su padre (al que siempre ha admirado y al que adora). En resumen: esos intentos salen mal. Es en el momento que acepta que lo que quiere contar es terror cuando finalmente encuentra su voz.