Imaginen vivir en un mundo donde cada noche aparecen monstruos devoradores de hombres. Una ciudad en la que por sorteo un grupo de desdichados son sacrificados cada día para convertirse en el alimento de esos seres, transformándose así en el precio que pagar para que los demás puedan vivir en paz. ¿Qué ocurriría si alguien, en contra de todas las leyes y preceptos religiosos, decide enfrentarse a las criaturas y salvar a tantos de los condenados como pueda? Hoy les quiero hablar de La simiente de la Esquirla, de Rodolfo Martínez, el primer libro en el apasionante y ambicioso universo de El Hueco al Final del Mundo.
“La ciudad era su jardín y, como tal, necesitaba cuidados y supervisión constantes. Era su selva y, por tanto, estaba llena de peligros y amenaza… Era su hogar y también su infierno particular; no podía ser una cosa sin la otra”.
Podemos decir que esta primera parte es la historia del Hereje, un joven de unos veintidós años llamado Kláiner Guéstadt. Un muchacho que se ha trasformado en el salvador de una ciudad que desprecia su ayuda, pero que tiene como misión personal acabar con la amenaza de los verjóngers. Los seres monstruosos que cada noche se materializan a través de portales en la urbe y acaban con la vida de los pobres infelices que según el sorteo que realizan las autoridades, son sacrificados por el bien común.