¿Qué pasaría si el futuro de la humanidad dependiera de establecernos en las estrellas? ¿Qué ocurriría si la caída de un meteorito hiciese que, a largo plazo, la vida en la Tierra fuese inviable? ¿Y si el programa espacial fuera la solución pero algún sector decidiese que era más importante buscar opciones solo en el planeta y quisiese acabar con los viajes espaciales a toda costa? Hoy quiero recomendarles La luna implacable, de Mary Robinette Kowal, el tercer libro de la increíble y premiada serie La Astronauta.
«Al principio éramos una veintena, mientras que ahora había cientos de personas que vivían y trabajaban en el espacio».
Ambientada en 1963, esta novela que se podría considerar casi independiente porque cambia de protagonista, se desarrolla de manera paralela a la historia que se nos cuenta en El destino celeste. El libro inicia justo en el momento en el que la primera misión a Marte allí narrada se encuentra a mitad de camino de su destino en el planeta rojo. El lugar donde se quiere mantener una colonia que permita que la humanidad pueda establecerse cuando la vida en la Tierra sea imposible. El meteorito que cayó en 1952 está causando estragos que a largo plazo harán que las temperaturas sean tan altas que ningún tipo de vida será posible en el tercer planeta.



