¿Cómo sería vivir buscando a tu hijo desaparecido? Dedicar tu existencia a poner carteles porque aunque todo el mundo cree que el pequeño ha muerto, tu sigues pensando que está vivo en algún sitio. Esperando a que seas tu quien lo encuentre. ¿Cómo sería regresar a un lugar al que prometiste nunca volver para que el padre ausente de tu hija la pueda conocer? ¿Qué pasaría si lo que debería ser solo fingir que lees el futuro en las palmas de las manos desencadena unas extrañas visiones? Hoy quiero hablarles de Qué clase de madre, de Clay McLeod Chapman. Una novela de terror sobrenatural llena de oscuros y terribles secretos que los mantendrá leyendo sin parar.
«Terapia para pobres. La gente de por aquí visitará a un adivino antes que a un psiquiatra. Nosotros no hablamos de nuestros problemas. Los mantenemos bien encerrados hasta que su peso nos hunde. Preferimos ahogarnos en las inseguridades antes que compartirlas».
Dividido en cinco partes, el libro nos cuenta la historia de Madi, una mujer de treinta y cinco años que regresa a su pueblo natal, en Brandwine, Virginia, aunque juró que nunca volvería. Regresó para que su hija Kendra, que tiene casi dieciséis años, pudiera conocer a su padre. Ese que cuando era un adolescente le dijo a Madi (que por entonces solo tenía dieciséis años también) que no se haría responsable de ella. Así, esa adolescente embarazada se ve repudiada por sus padres religiosos y sin el apoyó del chico que la embarazó. Sola y con una niña en camino, una a la que crio sin ningún apoyo hasta que el padre de la chica encuentra la “fe” y decide que ahora sí que quiere que forme parte de su vida.
Madi se ve obligada a regresar con el fin de que Kendra tenga la oportunidad de conocer a ese hombre que ahora la invitó a vivir con él para finalmente conocerla. Mientras nuestra protagonista malvive en un motel y se gana la vida leyendo las palmas de la mano en el mercadillo del pueblo. Y aunque no tienen realmente ningún don, siente que no hace nada malo por darle algo de esperanza a la gente que acude a su puesto. Ella lo equipara a ofrecer terapia para pobres. Porque si algo sabe hacer muy bien Madi es leer a las personas. Sus gestos. Impetrar sus palabras y sobre todo sus silencios. Ofrece futuros brillantes lo suficientemente vagos para que aquellos que la consulten salgan con un poco de esperanza. Ofrece la ayuda y la guía que en el momento que ella tan desesperadamente necesitó, nadie le ofreció.
«—Por la mañana, la cuna estaba vacía. Skyler había desaparecido. Este mundo lo devoró».
El mundo de Madi empieza a cambiar cuando se reencuentra con Henry, quien fue su novio en el instituto cuando eran adolescentes. Pero ahora no es más que un hombre roto por el dolor de haber perdido a su hijo de solo ocho meses hace cinco años y también a su esposa. Según su versión de lo ocurrido, su mujer Grace, acostó al pequeño Skyler en la cuna en la noche, y a la mañana siguiente cuando fueron a buscarlo el bebé había desaparecido. En el momento en que Henry salió a investigar dónde estaba el bebé Grace se suicidó. Aunque la policía intentó encontrar al pequeño, nunca apareció. Y cinco años más tarde, el único que aún cree que Skyler aún está vivo es Henry.
Al ver a Henry que ahora es un pescador que trabaja sacando cangrejos del río con su barca, Madi no puede evitar pensar en cómo habría sido su vida si hubiese sido su novia por un tiempo más. Si no hubiesen terminado y empezado a salir con el imbécil que la dejó embarazada y la abandonó. Al ver a Henry roto, quiere ayudarlo a continuar con su vida. Hacer una de sus falsas lecturas de mano para que pueda seguir adelante y dejar su doloroso pasado atrás. Lo que no podría ni imaginar era que al tocarlo unas extrañas visiones harían su aparición. Unas que le hacen dudar de si realmente tiene un don y podría ayudar a ese padre desesperado a descubrir qué pasó con su hijo. Porque no son pocas las especulaciones que hay con respecto a qué ocurrió ese día. Si no fue la madre del pequeño la que hizo algo terrible que el padre se niega a aceptar, o si fue verdaderamente secuestrado y está en algún lugar esperando a que lo encuentren.
«Todos llevamos cicatrices. Es lo que nos hace ser quienes somos. Lo máximo a lo que puede aspirar cualquier padre o madre es a no causar un daño demasiado permanente a sus hijos. Nada que se transmita a la siguiente generación».
Así lo que empieza como unas extrañas visiones cada vez más potentes nos permitirán descubrir qué pasó realmente con Skyler. Pero también mucho más. Porque a veces el dolor hace que seamos capaces de cosas indescriptibles. Pero no les puedo adelantar más. La novela está llena de secretos y es mejor que los descubran al leer. Solo les puedo decir que no están preparados para lo que se van a encontrar. El autor es un narrador que nos mantiene cautivos en cada página. Ansiando descubrir más, pero temiendo lo implica seguir cayendo en esas aguas cada vez más profundas, oscuras y turbulentas.
El dolor que implica ser padres, los sacrificios, las elecciones, las cicatrices, las pérdidas… Qué clase de madre, de Clay McLeod Chapman es una novela repleta de secretos y desolación. Que nos lleva por un río oscuro en el que nos sumergimos paso a paso hasta sentir que nos estamos ahogando. Lleno de reflexiones potentes sobre la maternidad y la paternidad y con la clase de atmósfera opresiva e inquietante que lleva a la lectura a otro nivel. Les aseguro que el mal rollo está garantizado (y que hay muchos cangrejos). Así mismo, la traducción de Cristina Macía es excelente. Si están buscando una lectura angustiante y adictiva, tienen que darle una oportunidad.
¿Han leído Qué clase de madre? ¿Les llama la atención?
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